¿Por qué los virus nuevos son un gran problema?

Los nuevos virus son un cuento viejo

Los virus han formado la historia humana desde antes de que supiéramos lo que eran. Y no solo son los mismos viejos enemigos. Los virus nuevos emergen con bastante frecuencia. Desde el año 2000, hemos visto brotes de coronavirus, cepas más mortales de la gripe, Zika transmitido por zancudos y más. Aun los virus que son conocidos hoy una vez fueron nuevos. Como el sarampión, que apareció alrededor del siglo 9.

Cada virus nuevo es diferente de todos los virus que conocemos que infectan a las personas. Algunos virus nuevos causan brotes locales pequeños. Otros crecen en epidemias en toda la región o hasta en pandemias globales.

No podemos saber cuándo o en dónde emergerá un nuevo virus, pero la historia nos dice que sucederá. Y los virus nuevos son el problema de todos. Las personas, los oficiales de salud pública, los trabajadores de atención médica y los científicos todos enfrentan desafíos mientras trabajamos para mantener los nuevos virus bajo control.

¿De dónde vienen los nuevos virus? Para averiguarlo, visite Cuando los virus cambian de huésped.

Los nuevos virus son un gran problema desde muchas perspectivas

LAS PERSONAS NO SON INMUNES

Si un nuevo virus se propaga bien entre personas, casi todos los que están expuestos se podrían enfermar. Vimos esto en 2020 cuando el SARS-CoV-2 emergió, se propagó y se convirtió en una pandemia. Una razón por la que el virus se propagó tan rápidamente fue que nadie tenía inmunidad todavía. Inmunidad significa que su cuerpo resiste la infección. Usted adquiere inmunidad ya sea de una vacuna o de haber tenido el virus antes. Cuando un nuevo virus aparece, no hay vacuna y casi nadie se ha infectado. Eso significa que las únicas maneras de reducir su propagación son medidas de salud pública como lavarse las manos, usar mascarillas y distanciamiento físico.

La inmunidad es específica. El cuerpo recuerda un virus que ha tenido antes y lo para rápidamente. Pero el cuerpo no puede recordar algo a lo que nunca ha estado expuesto, por lo que la infección anterior con un virus no le impide infectarse de uno nuevo. Por ejemplo, tener un resfriado no lo protegerá de contraer la gripe [flu] (o viceversa). Aunque algunos síntomas de resfriado y gripe son los mismos, dos virus muy diferentes causan ambas enfermedades.

LOS TRABAJADORES DE SALUD PÚBLICA DEBEN PONERSE AL DÍA CON LA PROPAGACIÓN TEMPRANA SIN DETECTAR

Antes de que los oficiales de salud pública puedan parar un brote, deben primero reconocer que está sucediendo uno. No es tan sencillo como suena. Los nuevos virus tienden a compartir síntomas con los conocidos. Puede llevar muchos casos para que se detecte un brote en contraste con el ruido de fondo de las enfermedades “normales”.

La primera pista regularmente es cuando los médicos notan y reportan patrones irregulares a los oficiales de salud pública. Por ejemplo, pueden ver pacientes cuyos síntomas se ven como una enfermedad conocida, pero es el momento incorrecto del año. O los síntomas de un paciente pueden cambiar o empeorar con el tiempo. Suficientes casos irregulares sugieren que algo está pasando. Como en 2003, cuando los oficiales de salud empezaron a recibir reportes de “neumonía grave atípica” en China. Estos resultaron ser algunos de los primeros casos del nuevo coronavirus SARS.

Al inicio de un nuevo brote, los expertos de salud pública tienen que responder algunas preguntas clave. ¿En dónde y cómo empezó el brote? ¿Cuál es la causa? ¿Cómo se propaga el virus? Las respuestas pueden ayudar a enfocar los esfuerzos para detener el virus.

Una vez que vemos un nuevo brote, los siguientes pasos son encontrar la causa y aprender cómo se propaga. Los virus se propagan de manera diferente, por lo que se toman diferentes medidas de salud pública para controlarlos. La mayoría de las medidas de control temprano se enfocan en los esfuerzos que funcionan bien para casi todos los virus, como lavarse las manos, rastreo de contactos y confinar a las personas que están enfermas.

Mientras aprendemos más sobre el nuevo virus, los expertos pueden recomendar medidas de control que son más específicas, como usar mascarillas para un virus que se propaga por medio de gotas que exhalamos o sexo más seguro para uno que se propaga por medio del contacto sexual. La guía clara y consistente es importante para que la gente sepa cómo protegerse a sí mismos.

Mientras más rápido aprendemos sobre un virus, más pronto podemos pararlo. Hasta que se reconozca un brote y se encuentre la causa, un nuevo virus se puede propagar silenciosamente. Si la propagación silenciosa sigue por demasiado tiempo o si el brote alcanza un centro urbano, el virus es mucho más difícil de controlar. Esto sucedió en 2014, cuando el Ébola se propagó sin reconocerse por meses en África occidental. Antes de que lo supiéramos, el virus alcanzó ciudades grandes y se convirtió en una epidemia. Es probable que el Zika se haya propagado por aproximadamente un año antes de que se detectara. Y el H1N1 (el virus que causó la pandemia de la gripe porcina de 2009) fue tan rápido que se propagó alrededor del mundo en nueve semanas.

LOS SISTEMAS DE ATENCIÓN MÉDICA SE DESBORDAN CON PACIENTES

Cuando un nuevo virus se propaga rápido y sin detectarlo, grandes números de personas se pueden enfermar con poca advertencia. Si la enfermedad es lo suficientemente grave, muchas personas infectadas van a las clínicas y los hospitales.

Este surgimiento de pacientes puede abrumar los sistemas de atención médica. Durante la pandemia de la gripe porcina, los hospitales en los Estados Unidos vieron subir las visitas a las salas de emergencias aproximadamente en un 18 por ciento. En algunos hospitales, subió incluso más.

Equilibrar los recursos es un trabajo importante para los sistemas de atención médica en tiempos normales. Pero es aún más importante cuando hay un aumento repentino de pacientes. Los hospitales tienen que controlar el número de camas, suministros y equipo para el tratamiento de pacientes, dotación de personal y más. Esto llega a ser más difícil cuando los sistemas de atención médica ya están al borde de sus límites.

Las salas de emergencias, con frecuencia llenas de gente durante los tiempos normales, se estresan aún más por un nuevo virus.

Los recursos todavía son necesarios para la atención médica regular también. Después de todo, otras enfermedades no paran solo porque hay un nuevo virus circulando. Los hospitales y las clínicas deben mantener otros tipos de atención mientras trabajan para prevenir la propagación del virus dentro de sus instalaciones.

Para prepararse para los brotes, la mayoría de los hospitales tienen por lo menos un administrador de emergencias de tiempo completo y un comité de preparación para una pandemia. Estos expertos planifican tantos escenarios como puedan, pero cada brote trae muchas cosas desconocidas. Dependiendo del virus, los que brindan cuidado pueden necesitar diferentes equipos para prevenir su propagación y para tratar a los pacientes. Los hospitales y sistemas de salud pública pueden hacer mucho para prepararse, pero no es posible acumular suficientes equipos y medicamentos para cada posible escenario.

La planificación y administración cuidadosas son necesarias, pero no siempre son suficientes. En los inicios de la pandemia de COVID-19, hubo una escasez mundial del equipo de protección personal que los trabajadores de atención médica usan para protegerse a sí mismos y a sus pacientes de la infección. La falta de suministros como guantes, mascarillas y desinfectante para manos ponen a las personas que cuidaron a los pacientes en riesgo de infección. Esto llevó al límite a la fuerza laboral aún más.

Las pruebas móviles durante la pandemia de COVID-19 mantuvieron a las personas con síntomas leves fuera de las clínicas en donde podrían infectar a otros.

Desarrollar vacunas y tratamientos eficaces para los nuevos virus lleva tiempo y un estudio cuidadoso.

Experts Need Time to Develop Vaccines and Treatments

Nuestra mayor probabilidad de impedir que un nuevo brote se convierta en una epidemia (o empeore) es con una respuesta rápida. Pero esto es un gran desafío. Las intervenciones médicas, como pruebas, vacunas y fármacos, toman tiempo para desarrollarse. Necesitan ser específicas para cada virus. Tienen que pasar por pruebas exhaustivas para asegurarse de que sean seguras y que funcionen.

A veces los científicos pueden usar lo que saben sobre los virus relacionados para tener una ventaja. Por ejemplo, el H1N1 está relacionado con el virus que causa la gripe [flu] de temporada. Los científicos podían usar lo que sabían sobre hacer vacunas contra la gripe de temporada para hacer una específica contra el H1N1. Y durante la pandemia de COVID-19 de 2020, los que desarrollaron la vacuna se apoyaron en los métodos que funcionaron contra otros virus.

Mientras tanto, los médicos averiguaron nuevas maneras de cuidar a los pacientes. Sus ideas a veces cambian la atención médica. Por ejemplo, el “pulmón artificial” no se usó fuera de una cirugía hasta la epidemia de polio en la década de 1950. Cuando los médicos lo probaron, el índice de supervivencia para los pacientes con problemas respiratorios pasó de 13 a 69 por ciento. Y debido a que grupos pequeños de médicos se especializaron en tratar a los pacientes más enfermos, esto llevó a las primeras unidades de cuidados intensivos.

¿Qué podemos hacer para prepararnos?

Los brotes virales son eventos complejos. Son complejos en cómo empiezan y cómo se propagan. Y tienen efectos complejos, los cuales pueden ser médicos, sociales, psicológicos y económicos.

Al estar listos, podemos controlar algunos de los efectos. Mientras que los nuevos virus son un hecho de la vida, predecir brotes y encontrarlos pronto es muy útil para detenerlos. Cuando detectamos un nuevo brote, las medidas de salud pública como vigilancia, pruebas y aislamiento de casos pueden hacer ganar tiempo mientras se desarrollan tratamientos y vacunas. De ahí, podemos usar todas nuestras herramientas juntas para un mejor resultado.

References

Falcone, R. E., & Detty, A. (2015). The Next Pandemic: Hospital Management. Emergency Medicine Reports, 36(26).

Faria, N. R., Quick, J., Claro, I. M., Thézé, J., de Jesus, J. G., Giovanetti, M., Kraemer, M., Hill, S. C., Black, A., da Costa, A. C., Franco, L. C., Silva, S. P., Wu, C. H., Raghwani, J., Cauchemez, S., du Plessis, L., Verotti, M. P., de Oliveira, W. K., Carmo, E. H., Coelho, G. E., … Pybus, O. G. (2017). Establishment and cryptic transmission of Zika virus in Brazil and the Americas. Nature, 546(7658), 406–410.

Grubaugh, N. D., Ladner, J. T., Lemey, P., Pybus, O. G., Rambaut, A., Holmes, E. C., & Andersen, K. G. (2019). Tracking virus outbreaks in the twenty-first century. Nature microbiology, 4(1), 10-19.

Heymann, D. L., & Rodier, G. (2004). Global surveillance, national surveillance, and SARS. Emerging infectious diseases, 10(2), 173–175.

Holmes, E. C., Rambaut, A., & Andersen, K. G. (2018). Pandemics: spend on surveillance, not prediction. Nature, 558(7709), 180–182.

Morefield G. L. (2011). A rational, systematic approach for the development of vaccine formulations. The AAPS journal, 13(2), 191–200.

Oppenheim, B., Gallivan, M., Madhav, N. K., Brown, N., Serhiyenko, V., Wolfe, N. D., & Ayscue, P. (2019). Assessing global preparedness for the next pandemic: development and application of an Epidemic Preparedness Index. BMJ global health, 4(1).

Rambaut, A., & Holmes, E. (2009). The early molecular epidemiology of the swine-origin A/H1N1 human influenza pandemic. PLoS currents, 1, RRN1003.

Ranney, M. L., Griffeth, V., & Jha, A. K. (2020). Critical supply shortages—the need for ventilators and personal protective equipment during the Covid-19 pandemic. New England Journal of Medicine, 382(18), e41.

Rubinson, L., Mutter, R., Viboud, C., Hupert, N., Uyeki, T., Creanga, A., Finelli, L., Iwashyna, T. J., Carr, B., Merchant, R., Katikineni, D., Vaughn, F., Clancy, C., & Lurie, N. (2013). Impact of the fall 2009 influenza A(H1N1)pdm09 pandemic on US hospitals. Medical care, 51(3), 259–265.

Woolhouse, M., Scott, F., Hudson, Z., Howey, R., & Chase-Topping, M. (2012). Human viruses: discovery and emergence. Philosophical transactions of the Royal Society of London. Series B, Biological sciences, 367(1604), 2864–2871.

Woolley, K., Smith, R., & Arumugam, S. (2020). Personal Protective Equipment (PPE) Guidelines, adaptations and lessons during the COVID-19 pandemic. Ethics, medicine, and public health, 14, 100546.

World Health Organization. (2014). Ground zero in Guinea: the Ebola outbreak smoulders–undetected–for more than 3 months.

Wunsch, H. (2020). The outbreak that invented intensive care. Nature.